Fue en este local donde Alexandre Grassy decidió establecer su nueva joyería renovando todo el interior –que hasta entonces era de estilo neoclásico francés con abundancia de molduras y guirnaldas decorativas–, pero conservando la estructura original. De ello se encargó el arquitecto Manuel Ambrós Escanellas, que huyó de barroquismos y abigarramientos para centrarse en los materiales nobles, las buenas proporciones y un medido uso del color. Todos los materiales utilizados son nacionales, desde mármoles a pavimentos de terrazo, paramentos de estuco a la italiana, elementos de metal (bronce y hierro revestido de latón), pinturas e iluminación. Esto incluye la gran luna de ocho metros del escaparate de Gran Vía, la mayor fabricada en España hasta entonces. Formando parte de los elementos de latón que se utilizan en el interior y que aportan cierto brillo, está el remarcable acceso y la barandilla de la escalera, con un diseño de curvas sinuosas que contrasta con el resto de los elementos decorativos. El local tuvo también las primeras puertas automáticas de España, todo un alarde de perfección técnica. También se instaló entonces la gran marquesina que hoy caracteriza la fachada, moldurada y con aplicaciones de punta de estrella, que aloja en su interior tubos de neón para la iluminación y que realza los paramentos y jambas de granito verde oscuro y pórfido verde claro de la fachada. El local tiene un piso sótano que alberga el Museo del reloj antiguo, cuya rotonda tiene una cúpula en escayola con moldura dorada. El tema del zodiaco, por su relación con las doce horas del reloj, está presente como elemento decorativo tanto en el exterior de la rotonda como en el interior, donde figura en el suelo y en el techo.