Museo del Reloj Antiguo

La fructífera e interesante relación que han mantenido el arte y la ingeniería con la manera de medir el tiempo se hace patente en el Museo del Reloj Antiguo, que Grassy abrió en 1953 en su sede de Gran Vía 1. Parte de las piezas que componen este “museo vivo”, es decir, de relojes que funcionan o que pueden funcionar, provienen de la colección privada del coleccionista catalán Pérez de Olaguer-Feliu –una de las más importantes a nivel internacional–, formada mayoritariamente por piezas inglesas y francesas de los siglos XVIII y XIX. Alexandre Grassy, apasionado amante del reloj antiguo, completó la colección con interesantes piezas que fue comprando poco o poco.La muestra es una excelente lección de historia sobre las tendencias y la evolución de la relojería hasta mediados del siglo XIX, cuando los relojes se empiezan a producir industrialmente. Conserva excelentes ejemplos de relojes autómatas, relojes de carroza –similares a los de bolsillo pero más grandes y con fuertes corazas para protegerlos de los golpes de los viajes–, altos relojes de caja con péndulo –en un tiempo piezas imprescindibles del mobiliario–, relojes de sobremesa y de cartel, estos últimos diseñados para colgar en la pared. Con el tiempo y el funcionalismo, llegaron los “relojes esqueleto”, desprovistos de adornos y que exhibían sin pudor su maquinaria desnuda. Se trata de una colección que deja patente la diferencia entre relojes franceses e ingleses. Los primeros se hacían en bronce dorado al mercurio y se le daba gran protagonismo al ornamento, a menudo inspirado en la mitología. Los segundos, sin embargo, se caracterizaban por su sobriedad, el uso de la madera y la incorporación de asas para ser transportados.

VISITAS GUIADAS:

Miércoles: 12:00h.
Jueves: 17:30h.