Carmen Mazarrasa

Joyas de Carmen Mazarrasa

La colección Florescencia

Consiste en doce collares, todos ellos piezas diferentes que comparten un espíritu común: la inspiración floral -interpretada con todos sus matices, desde el más alegre al abiertamente nostálgico-, y la intención de volver a florecer. Cada uno de los collares es único e irrepetible y todos ellos son el fruto de la incursión de la joven diseñadora en los archivos históricos de la casa Grassy, de modo que al tiempo que significa una innovación, a la vez respeta la tradición de la firma al llevar a cabo una especie de “ejercicio del recuerdo” con la mirada totalmente novicia pero afilada de esta diseñadora.

El proceso de creación de las joyas

Carmen, a quien Grassy ha dado carta blanca para este proyecto -y cuyo trabajo es conocido por la gracia y habilidad de ensartar cuentas, mezclar componentes y darles una vida nueva-, ha contado con pocos ingredientes y ha sabido darles el justo equilibrio para crear un producto sorprendente. Su labor consistió, principalmente, en una especie de investigación arqueológica de la antigua joyería, en desenterrar tesoros que encontró desatendidos en los cajones de los joyeros: el archivo de piedras. Esmeraldas facetadas, rubíes, ágatas y turquesas talladas en forma de flor, tubitos de coral, hojas de cuarzo, cuentas de ónix, perlas, turmalinas rosas cabochon... Además, Carmen se “apropió” de la caja de los modelos de plata, que se han utilizado en el pasado para hacer las monturas de los broches, gemelos, pendientes o sortijas. De entre ellos, eligió algunas piezas para fundirlas en oro e incorporarlos a los collares. Éstas actúan como un principio de ritmo, como hilo conductor. Con estos dos elementos delante, ella ha sabido articular una colección cuyo aspecto formal viene dado por el propio “arsenal” de que disponía y que, en principio, parecía un legado absolutamente inconexo. La escasez fue tomada como punto de partida. Como dice la propia diseñadora, que tiene una trayectoria como bisutera, enfilar es como contar un cuento, y el resultado de su trabajo en Grassy es afín a su obra anterior en la que conviven el interés por lo geométrico, la naturaleza y el reciclaje, sumados a una inclinación natural por lo exuberante y una particular fascinación por el color como motor.